literatura

RESEÑA

«Jorge Esquinca escribió una vez que el poema en prosa cuenta una historia pero no es una historia. El rapto de Eloísa es una historia donde late la intensidad y la altura del poema, la fe en el poder creador y fundacional del verbo. Es un cuento para niños pero también es un texto que elige las mejores palabras en el mejor orden posible. Parte de un mito conocido y le otorga un sello de originalidad, nacida de la exigencia con el lenguaje, cuya consecuente belleza demuestra que un texto cautivador para los niños —siempre más sabios que la percepción que de ellos tenemos— es capaz de prolongar su hechizo en toda especie de lectores».

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A partir de la pérdida accidental de un diente de leche, la pequeña Natalia narra lo que le sucede en su casa, con su papá, su mamá y Paz, su conejo, y en la escuela, con Hugo, el grandote.

“ Me tiré el diente cayéndome de la bicicleta. Me dolió muchísimo y hasta sangre me salió y mi mamá se puso a gritar como loca.

El doctor me limpió y me inyectó un líquido que ardía como chile. No pude cenar ese día ni desayunar al siguiente y la leche me la tenía que beber con un popote.

No me importa el agujero que tengo en la boca porque el doctor dijo que me saldrá otro diente. Pero me molesta que Hugo, el grandote del salón, se burle cuando me río.”  Antonio Ortuño.

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Tres crónicas de viaje de Italo Calvino describen con vivas imágenes las impresiones del autor sobre el árbol del Tule, el árbol de Jesé y Palenque. Las espléndidas fotografías de Jill nos llevan hasta Oaxaca y Palenque permitiéndonos explorar y adentrarnos en esos territorios.

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Inspirado por su propia infancia, las rimas del escritor español Javier Sobrino componen memorias forjadas de la belleza de cada día. Acompañando sus palabras se encuentran las imágenes a blanco y negro de Jill Hartley, las cuales llevan consigo un grado de ficción, pues aunque la fotografía captura lo que percibimos como la realidad, éstas, como la poesía, evocan diferentes interpretaciones por su ambigüedad. A través de las evocativas palabras de Sobrino y las fotografías oníricas de Harltey, tanto el escritor como la fotógrafa despiertan las familiares memorias  –y a veces pesadillas– que forman parte de la vida.

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Esta obra creada a partir de dibujos de volcanes del artista, con la colaboración de los poemas de Pacheco, Bracho, Blanco, Jacobs y Millán nos dan pistas acerca de cómo construir un volcán, de tinta y letras. Las Volcanes de Vicente Rojo son formas descriptivas, que encierran un profundo amor por el oficio artístico, y nos revelan una estructura externa que habla de la complejidad infinita del universo. Son un esfuerzo creativo por desentrañar el misterio de los volcanes. El uso de formas descriptivas y funcionales, característica del trabajo de Vicente Rojo, permite establecer un parámetro interpretativo, que en la poesía lo han reflejado de maneras misteriosas y evocativa.

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Endimión mito fundador del inconsciente. Endimión, humano, amado por la Luna, permanece dormido por siempre. Ésta es la única verdad del mito. En las fuentes aparecen diferentes tratamientos, pero es constante el sueño y el amor. El arte lo retoma, encontrando en él basta sustancia que especula con la vida y lo divino, con la muerte y el deseo. Las artes plásticas grecolatinas lo interpretan casi siempre en los sarcófagos intentando, metafóricamente entender a la muerte como sueño sagrado. El manierismo y el barroco atienden al semi-dios en obras de teatro y en pinturas. Es curioso que tanto el rococó como el romanticismo, “tan cuidados de no repetir sus temas” trabajen a la diosa y al pastor con miradas opuestas pero atentos a los mismos impulsos inconscientes

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Las cosas que vemos las podemos mirar, así se entreteje una historia entre la mirada y el ver. Las artes visuales la registran proponiendo un ardid que le es propio: diferenciar las cosas de los objetos, claro está, en la representación. La mirada es al fin una forma más del pensar y del sentir que para el ver tiene su propia historia. Así la asimetría que va de “uno no ve lo que siente” a “uno siente lo que mira”, se resuelve en el ver lo que se piensa a través de toda representación posible

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Esta reflexión continua y obsesiva sobre la imagen parte de un planteamiento: “la imagen no es nada” debido a que al afirmar algo sobre ella, la afirmación contraria también la contiene. Este recorrido es sostenido por enunciados puntuales que se apoyan en el  “principio de contradicción” como única forma de acceder a una imagen de la imagen.

Tanto Parménides como San Anselmo o Berkeley y el maestro Eckchart, parten de la imagen para el argumento de sus pensamientos. Sin embargo nunca la definen y lo más grave nunca lo hicieron explicito. En general cuando se ha llegado a definir la imagen se le ha restringido a la representación o en última instancia, a la percepción. En nuestro caso no se aceptan estas aproximaciones mas que por sucesivas negaciones.

Esta reflexión disgregada de la imagen se entreteje con vivencias y opiniones dentro de las artes plásticas, lugar, donde aparece ésta, fuera de toda referencia y argumentación perniciosa.

En estos más de 5000 enunciados, citas y descripciones inconexas se llegan a vislumbrar siete tesis complementarias y hasta contradictorias que suponen el ámbito donde aparece la imagen, ocultándose ante cualquier definición posible.

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El ya clásico relato de Juan José Arreola tiene una dimensión especial. Su prosa, ahora dispuesta como para detenerse a placer en ella, parece cobrar la misma extensión de minutos, de horas en que transcurren los sucesos de la historia que cuenta el autor. Algo más que simples imágenes para acompañar el texto son las fotografías de Jill Hartley. Se leen cada vez que el discurso hace parada en ellas, cuando arrancan hacia él, o simplemente nos envían a otros lugares de nuestra memoria.

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Hay sensaciones empalagosas como pasteles de boda; grandilocuentes como merengue; secas como los pays de un expendio; tramposas como las roscas; y una que otra envinada como los panes caseros. ¿No lo crees? Pues ven. SSólo trae la ropa y el ánimo apropiados para que luego puedas contar Cómo escalar

un pastel.

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Las charadas son enigmas lingüísticos. Hay dos tipos de pistas para descifrar las macabras charadas de este libro: las palabras impresas en otro color indican que debes buscar su sinónimo, y el resto del texto te sugerirá más detalles. Charadas macabras es un reto para chicos y grandes. Si decides arriesgarte puedes encontrar que la emoción del misterio te llega, serás atrapado entre las líneas del relato.

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Las canciones que nos recuerdan los días de la cuna y la voz de los abuelos, se vuelven a oír al abrirse este libro. Sin embargo, ahora regresan para correr por el jardín y saltar murallas grandes, pues los dibujos en cada página nos sorprenden por su colorido y originalidad; forman un nuevo espacio para la lírica tradicional y el folclor; un espacio infinito y actual.

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Con palabras frescas y simples, entre risas y juegos, los pequeños lectores disfrutarán los diálogos, los cantos y las historias que se desarrollan en esta obra de teatro. El Sabio, la Reina, la Doncella, Pirulí y el Bufón despertarán, con una cubeta de confeti…

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En una noche perfecta para jugar, los pájaros aprenden que cerca de ellos viven de noche unos animalitos sin plumas ni pico.

¿Cómo caminarías si fueras un murciélago o un pájaro?

¡Juega al teatro!

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En esta obra encontrarás personajes que te invitan a mostrar tus habilidades mediante la danza y la actuación. Las flores, el chapulín, la avispa y el viento harán reír con sus ocurrencias a los lectores. Aquí viene la tercera llamada... ¡Actores a escena! ¡Se levanta el telón!